Fanfic del afamado juego, y subcultura japonesa, Touhou. Espero que lo disfruten
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El silencio es sofocante…
A pesar de los gritos provenientes de los grillos y las cigarras, sin importar el llanto del viento sobre las ramas o aun tomando en cuenta el lamento de los sapos escondidos entre la hierba, el ambiente sosegado del bosque me irritaba, invitándome a derruir esta calma efímera…… se escucha pasos suaves sobre la tierra lodosa, una pequeña silueta negra sobresalía del matorral, le siguió un estallido, corto aunque considerable. “Ah~ mucho mejor”, los youkais que estaban en las continuidades empezaron a alborotarse, algunos de las lejanías se conglomeraron, pese a que rehuían instintivamente el bosque mágico, solamente para saber que había ocurrido, el caos nuevamente gobernaba la noche.
No tenía nada mejor que hacer, apenas unas cuantas horas pasaron desde que terminé de ‘concebir’ a mi última muñeca. Un diseño muy extraño incluso para mi, cabello canoso, peinado desordenado y para variar una cola de caballo malogrado. Su vestido constituía de una sola pieza marrón, cubriendo en su totalidad brazos y piernas. El rostro se componía de parpados bien cerrados y ‘una sonrisa al final de su vida’. Reí. “¿En quién me inspiré?” No lo sabía, ignoraba el estro que esbozó su figura, tal gesto en su cara, esa pequeña sonrisa que denotaba algo de felicidad combinada de anhelación, me fascinaba. Me extasiaba ver, lo que sería hasta ahora, mi obra maestra. Tomándola con sumo celo en la cintura, bailo con ella por todo mi cuarto desordenado, de pronto un sentimiento me invadió…
El silencio volvió a gobernar… no, eran mis sentidos que estaban fallando. La oscuridad se deslizaba entre los rincones de la habitación, ocultándose de la luz. La reina de la noche, la Luna, se encontraba mirándome de frente a través de una ventana abierta desinteresadamente. Mi muñeca, mi preciosa obra, le daba la espalda. El esplendor del astro, hacía resaltar cada detalle de mi nueva integración. Podía verla, podía admirar esa postura, estaba recordando, ¡era la melancolía quien me daba batalla en este momento! “Mi… hija”……
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No recuerdo cuando fue…, he olvidado en que momento me obsesioné con las muñecas, comenzó volviéndose tan natural en mi vida que esa información no era demasiado relevante para ser ‘rememorado’, aunque eso no significara que no pensara en ello en ciertas ocasiones. De hecho, en pequeños, aunque prolongados momentos, no me dejaban dormir.
– Kochoumugan, – decía la enigmática doctora, con su singular sonrisa estoica, al entregarme tres píldoras rojas en la mano, estaba nerviosa, y debería de estarlo, – te ayudará a tener ‘dulces sueños’, como dicen los humanos de la aldea, – una droga tan poderosa que sin el debido cuidado puede sumirte en un sueño profundo del cual nunca despertarás… ¿No es lo mismo que estar muerta? – No deberías de preocuparte, bajé la potencia de la misma y sus efectos secundarios son reversibles, siempre y cuando escuches mis concejos.
– Una pastilla para una sola noche, ¿no es así? – sonrió nuevamente, no tenía nada más que hacer así que di el importe suficiente y me levanté tan pronto como pude, para salir sin esperar preguntas, ese era mi plan más nadie programa errores.
– Sé que no es de incumbencia y no te atrasaré en esta noche tan hermosa… pero debo decirte que esta ‘medicina’ no te ayudará a olvidar aquello que ya ha sido manifestado. – Hice como si no me impactara sus revelaciones sin embargo mis piernas flaquearon por un leve instante que creí volverme a desmayar.
– Gracias por todo… – no miré a su cara, seguramente ya esperaba eso, no deseaba que mirara más allá de mi alma.
Una vez que mi vista no se veía bloqueada por gruesos y frondosos bambúes, dejé de caminar para salir corriendo, no sabía que fuera demasiado predecible, ¿en verdad mi vida puede ser descrita por solamente una mirada a mis ojos?... “¡No! Ella no es humana y yo……” Yo ¿Yo, qué soy? Sin importar que fuera humano, youkais, yuurei o un simple insecto, ¿realmente soy tan débil como para que mi vida se vea reflejada en mi cara?... “¡No soy una cobarde!”
– “… No, claro que no lo eres.”
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Hace tres horas que me había tomado una píldora, faltaba media hora para que amaneciera. Mi casa hecha un desastre, pedazos de vidrio cayéndose lentamente del marco de un espejo, pequeños rastros de lagrimas surcando mis mejillas, y aquella muñeca, con una expresión impoluta en su cara. Reí nuevamente. Ganas no me faltaba para tomar las dos píldoras restantes… deseaba desaparecer… negar la realidad. Alzando mi mano derecha en seña de cubrir la luz del Sol en mi cara, las pastillas brillaban tenuemente como incitando a ser tomadas. “Bueno, no es que tenga algo que me ate a este mundo…”
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– Madre, ¿qué es eso? – Aun teniendo los ojos cerrados, puedo vislumbrar sobre mis parpados un intenso fulgor, más este era rojizo más o menos aloque.
– Una mariposa – tenía curiosidad de saber que estaba ocurriendo a mí alrededor sin embargo, los sentía algo pesados, mis parpados, aunque podía escuchar con claridad a dos personajes que estaban con ella, entonces ¿Por qué no la ayudaban?
– ¿Y eso?
– Una flor de sakura, – ¿estaba en el exterior? Si era así, ¿Cómo había salido? ¿Alguien me había sacado de mi guarida? Eran demasiadas preguntas las que circulaban en mi cabeza, agrupándose entre las más urgentes a ser respondidas y las triviales que ni siquiera necesitaban mención… de todos modos, una de estas cuestiones, pertenecientes a la última asociación, me golpeaba insensatamente mi consciencia… “¿Por qué aquellas voces me resultan tan familiares?”. – Alice no deberías jugar con tus muñecas mientras estemos comiendo.
Todo se detuvo, o mejor dicho, deje de respirar y sentir pulso. Antes de caer rendida por la oscuridad pude ver una escena que creí haber sido acribillada por mi necedad. El Makai, mi hogar…, mi verdadero refugio. Antes del gran incidente que me ayudó a decidirme seguir mi propio camino, en el tiempo que lady Shinki me acobijaba bajo sus alas, protegiéndome de cualquier ser o cosa que osara ponerme un dedo en contra mía. Me pregunto, me he preguntado ¿No soy yo una muñeca creada por mi lady Shinki para satisfacer todos sus deseos?, pero ¿por qué me dejó ir? Su expresión… ya lo recuerdo… no había lagrimas ni un llanto, solamente una sonrisa de felicidad al ver a su hija crecer y ser feliz por sus propios méritos… No era una muñeca… no era un juguete para su diversión… ¡Era su hija y ella era mi madre!... ¿Era? Entonces “¿Ya no lo soy…, ya no es mi…?”
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– ¡¡¡ALICGR!!! – Ese maldito estruendo me despertó… pero creo que le debería de dar más importancia al golpe de mi cabeza – ¡Demonios! Ten más cuidado.
– ¡¿Me culpas a mí?! De todos modos ¿Qué haces arriba de mi cama? – Marisa, ¿quién más podría ser? Por el creciente moretón y migraña, he olvidado que estaba soñando, despejando la mente mi mirada se centra en la vista de aquella ladrona empedernida, algo andaba mal. – ¿Qué sucede? – Esperaba una respuesta, no un súbito estirón de parte de la rubia, estaba por alegar cuando me encuentro en medio de un desorden… además de que estaba en la sala no en mi cuarto.
– Erin me habló hace media hora, que tal vez necesitaras ayuda… ¿Qué sucedió aquí? – Pese al suplicio que estaba pasando mi cabeza, esta empezó a evocar trazos de lo que aconteció en la madrugada.
– Nada importante… ¿solamente eso te dijo? – No deseaba responder a preguntas y menos de Marisa, además necesitaba saber que tanto sabía era selenita.
– Bueno… dijo que “tal vez mi pequeña inaba se había equivocado al medir las dosis” o algo así. – Mentirosa, aunque gracias a ello sigo viva, – y bien ¿en que necesitas ayuda? – Creo que ver como reinaba la anarquía en mi casa no era suficiente para despertar su interés, ya me estaba dando una idea de como sería su… ‘choza’ por así decirlo.
–… Necesito… que le des un recado a Reimu, – tal vez fuera una coincidencia o quizás el destino, no lo sé, más no puedo estar postergando este tema por mucho tiempo…
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– Cuando era una niña… creía que ese árbol era el más grande del mundo – delante de mi, a unos cuantos pasos de distancia, se encontraba aquella que había cuidado de mi, sabía que no era su verdadera hija, estaba enterada que el Makai no era el lugar donde había nacido, sin embargo e ignorando tales nimiedades tan insignificantes como un grano de arena… me acerco a ella, decaída. Su expresión no ha cambiado por los años, mi voz palidece más no mi determinación – hola... mama. – Había olvidado cuan cálido era el pecho de mi madre.
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